Setenta años y ahí sigue. Buscándose a sí mismo. Lidiando con sus complejos. Sintiéndose valiente en sus frecuentes arranques temerarios. Agarrándose con peligrosa candidez a cualquiera de los líderes mesiánicos que pasaron por un palco tan expuesto a las críticas como seductor y adictivo, Pensando que la vida le debe algo y a veces esforzándose por lograrlo en lugar de esperarlo, Mirando a la historia -que algunos quieren reescribir a su interés– y escuchando con condescendencia a los veteranos que aconsejan paladear con intensidad cada momento. Excesivo en el éxito y el en fracaso. Rebelde sin pausa. Como un eterno adolescente. Ahí está el Córdoba CF, una entidad que vive en la paradoja permanente. Un club inmortal, que tiene entre sus singulares costumbres protagonizar actuaciones memorables -para bien o para mal- coincidiendo con cada decada de su azarosa existencia.
Un abrazo con el Decano
El Córdoba CF vivirá el día de su septuagésimo aniversario con una celebración peculiar: disputará el célebre Trofeo Colombino ante el decano del fútbol español, un Recreativo de Huelva con el que comparte una trayectoria de sufrimiento asumido con efimeros episodios de orgullo que acaban convertidos en leyenda. Ante el Recre consiguió el club blanquiverde su primer salto a Primera División, con un 0-4 el 1 de abril de 1962. En solo ocho años de existencia consiguió pasar de Tercera a Primera División. Iba a cámara rápida, aliado con el esplendor de una generación de figuras como José Luis Navarro, Simonet o Juanín. El Córdoba se colocó pronto en el escaparate, rivalizando con sus vecinos del Sur. En El Arcángel era casi intratable.
Ese fue siempre su sello durante la edad dorada, esos años 60 en los que acuñó una imagen de equipo indómito al calor de su hogar. «Nuestro Reino», como llaman ahora a un estadio cuya primera versión cayó bajo las piquetas a principios de los 90 para construir un centro comercial y cuya construcción actual -inacabada, para vergüenza de todos los actores que han contribuido- ha sido cedida para su uso reglado hace apenas unas semanas -en principio por cuatro años- después de tres décadas como okupa sin papeles. Paradójico, ¿verdad?
Lo mejor de siempre
En la 64-65, con diez años, fijó su pico más alto. Acabó quinto en Primera División anotándose un buen puñado de récords, algunos de ellos irrepetibles. Fue líder por primera y única vez después de ganar en la segunda jornada al Sevilla en el Sánchez Pizjuán y termino invicto en casa durante toda la temporada, encajando ¡sólo dos goles! Uno fue en propia puerta de Luis Costa y el otro lo marcó Alfredo Di Stéfano, leyenda del Real Madrid y en su ocaso en el Español. El portero, por cierto, era Miguel Reina, un chaval de 18 años que un par de ellos antes se escapó de la cocina del hotel Meliá, donde ejercía como pinche, para aclamar al autobús con los héroes del ascenso del 62. Reina fue vendido al Barça al año siguiente. Fue el primer gran traspaso. Luego llegaron otras ventas que dejaron huella -y un buen dinero en ciertos casos- como las de Tejada, Verdugo, Manolín Cuesta, Toni, Berges, Paco o Florin Andone.
En el vigésimo aniversario, en la 74-75, vivía un periodo complicado en Segunda División. Acabó cuarto, a 5 puntos de un Sevilla que subió junto a Racing de Santander y Real Oviedo En el banquillo estaba un campeón del mundo, el brasileño Vavá; en el campo, nombres del calibre de Salas, Varo, Urbano, Burguete, Rivero y el argentino Onega, un campeón de la Libertadores al que fue a fichar directamente a su país el presidente más emblemático: Rafael Campanero. El de Almodóvar, que falleció en 2022, dirigió al Córdoba en periodos de tempestad en Primera, Segunda, Segunda B y Tercera División, logrando ascensos en todas ellas. Era el presidente de honor y el socio número uno. Aún se espera un homenaje del club al que dio su vida.
Desde Tercera
Los festejos del 30 y el 40 aniversario depararon una corriente de intensidad brutal. En la 84-85, el Córdoba CF agonizaba en estado crítico después de dos descensos consecutivos y una ruina galopante. Llamaron a Campanero, claro. Y el club dio un capotazo a la desaparición logrando el ascenso a Segunda B en Valdepeñas. Diez años después, en la 94-95, el panorama era opuesto en lo financiero -el dueño y presidente era el polifacético empresario local Rafael Gómez, que se dejó «los dineros», como él decía, a base de bien- y con urgencias en lo deportivo. Con Crispi fue campeón, pero en el play off todo se fue al traste: pagó un precio caro por lograr nada.
Lo de cincuentenario fue para no creérselo. Con el recordado Enrique Orizaola en la presidencia, el club se embarcó en un presupuesto de altura para pelear por subir a Primera División. La 2004-05 empezó con un veto del club a los medios de comunicación por sus «críticas desmesuradas». En medio de un pésimo ambiente, con Esteban Vigo al frente, el Córdoba entró en una espiral horrible: una sola victoria en las primeras 19 jornadas, 8 puntos sobre 57 posibles, colista destacado, más de una treintena de jugadores usados y tres entrenadores -pasaron después Robert Fernández y Crispi- para terminar con el director deportivo, Juan Carlos Rodríguez, en el banquillo. ¿Qué pasó? En una mutación extraordinaria, con números de campeón, el equipo batalló hasta la penúltima jornada, descendiendo tras perder en El Arcángel ante el Valladolid (3-4). El cordobesismo convirtió aquel episodio en una marca. «Nos quedamos por ti», decía la campaña del curso siguiente. Pero la mayoría fue cogiendo la puerta. Algunos sin decir ni adiós.
Auge y desplome en Primera
La 14-15 la vivió el Córdoba CF incrustado, contra pronóstico y con mérito -aquel ascenso en el descuento en Las Palmas-, entre los mejores de España. El 60 aniversario lo festejó con un ritual de bella crueldad. Con Carlos González -denostado, pero con balances deportivos sin parangón- en la presidencia, en El Arcángel se fueron sumando futbolistas sin que jamás se lograse forjar un verdadero equipo. Cada cual fue a lo suyo, que no era precisamente lo mismo que necesitaba el Córdoba CF. Descendió nueve meses más tarde, aunque estuvo sentenciado desde mucho antes. Un dato para entender la magnitud de las benditas tragaderas de un cordobesista. Solo se ha visto una victoria en Primera División en El Arcángel desde el 7 de mayo de 1972 -un 1-0 al Barça que facilitó el título al Real Madrid- hasta el día de hoy. ¡Más de 52 años! Fue un 2-0 al Granada en la noche de Reyes de 2015. Marcó gol Florin Andone, que se volvió a ofrecer hace unas semanas a volver.
Y ahora, ¿qué hace? Con 70 cumplidos, vive otra vez en Segunda. Ya no es el mismo. Qué va. Ya no es el Córdoba de Campanero, ni de Rafael Gómez, ni de Carlos González, ni de Jesús León… No hay un salvador al que rogar ni demonio al que reprochar en el palco. El presidente, Abdulla Al Zain, y el vicepresidente, Mohamed Al Nussuf, han estado en el palco en contadísimas ocasiones. El comùn de los aficionados no les reconocería si se los cruza por la calle. El responsable de hacer rentable la inversión de Infinity, fondo de Baréin que ha puesto ya más de veinte millones de euros, es ahora Antonio Fernández Monterrubio, un gestor implacable y alejado del populismo. El club ha vuelto a asomar la cabeza. Después de tocar el fondo del fondo -jugó en la Segunda RFEF, la cuarta división-, convirtió su drama en una descarnada reivindicación, en una prueba de su resistencia. ¿Qué pasará en la 24-25? Ya ven cómo festeja el Córdoba CF cada década de aniversario. Apuesten por cualquier cosa.