10.3 C
Buenos Aires
InicioDeportesLos razonamientos de Cristina Kirchner

Los razonamientos de Cristina Kirchner

He aquí una interesante falacia causal. Cristina Kirchner sugiere que lo que produce el viento es el follaje de los árboles cuando se mueve.

“Bastó que hace una semana anunciara una candidatura -dijo el lunes en la sede del partido que preside- para que se desataran los demonios”. Con los demonios se refería a la inminencia de la decisión de la Corte Suprema que se conoció ayer a las cinco y cuarto de la tarde.

El orden causal fue justo el inverso. Ella anunció de manera algo prematura “una” candidatura como bien dice, la de vulgar diputada provincial -más o menos como si Andrea Bocelli se presentara para concursar en American Idol– porque sabía que la Corte estaba a un paso de resolver su prisión. Le hacía falta poner sobre la mesa una candidatura que le aportase algo de verosimilitud a la endeble denuncia de “proscripción”. Proscripta e inhabilitada por la Justicia son cosas tan diferentes como una dictadura de un gobierno democrático.

Caída la estrategia de buscar fueros para escurrirse sólo le quedaba una respuesta de tipo político, sin traducción jurídica. Es la que está a la vista, una victimización mayor que la desplegada a lo largo del interminable proceso judicial, glandularmente respaldada, esto es lo más novedoso, por el peronismo en pleno con atemorizantes cortes de autopistas incluidos.

En un peronismo que se perfilaba dividido, armar este ecuménico respaldo le requirió al cristinismo un esfuerzo descomunal. La propia líder dispuso hacer un operativo clamor sui generis, que esta vez no desafía a un régimen militar confundido, a los pares del general, como en 1945, sino que encara al mismísimo estado de derecho del régimen constitucional, no se sabe bien, todavía, con qué meta.

Al cántico “si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar” le llegó la hora de la verificación. También es el momento en el que surgen nuevas preguntas, por cierto interconectadas entre sí: ¿cuánto puede durar la agitación? ¿y la amalgama en respaldo de la condenada? ¿qué niveles de predicamento sostendrá más allá de los seguidores propios la conducción carcelaria-domiciliaria que ella la imagina? ¿Cuántos senadores de los que hoy son sumisos le seguirán respondiendo?

Sentenciada en forma definitiva por robar dineros públicos que se le confiaron para que administrara, con la movida solidaria la líder peronista más perdurable del siglo XXI acaba de empujar al peronismo a la banquina de la democracia. No es que al peronismo le falte experiencia en desafiar al estado de derecho, pero la remodelación del tablero político que indujo ayer por la tarde la Corte Suprema configura una novedad torrencial.

Salvo aquellos pocos días de la génesis, cuando Perón estuvo detenido en Martín García y luego en el Hospital Militar, el peronismo nunca fue conducido por un líder preso. Sí desde el exilio. Perón, sobre todo en la fase madrileña, entre 1960 y 1972 manejó los piolines de la política argentina sentado en Puerta de Hierro. Pero hay dos diferencias fundamentales con lo que viene. La más obvia es que los militares, con gobiernos propios o tutelados, mantenían prohibido a Perón y al peronismo. La otra, que el eje del liderazgo de Perón era ni más ni menos que su capacidad potencial de volver, verbo peronista por antonomasia. Volver no sólo al país sino al poder, tal como sucedió en 1973. Mientras que Cristina Kirchner nunca más podrá ocupar ningún cargo público.

Esos 17 años de proscripción efectiva, como se sabe, marcaron genéticamente al peronismo. No es casualidad que Cristina Kirchner haya usado el “Día de la Resistencia” para aunarlo. La herencia más ostensible es la pulsión victimológica sustentada en un pasado de persecución real. Pero el fragor de amplios sectores peronistas en defensa de la líder condenada por robar dineros públicos tal vez también se explique por la falta de liderazgos de sustitución. La sentencia judicial interrumpió el descafeinado proceso emancipador de Axel Kicillof, ahora fuente mayor de incertidumbre.

Cristina Kirchner no está en su mejor hora discursiva. No por los adjetivos que reparte y por la debilidad de sus argumentos sino por la pretensión de ornamentarlos. Habría que preguntarle a Juan Carlos Livraga, quien tiene más de noventa años y vive en Estados Unidos desde los tiempos en que era presidente Lyndon Johnson, qué le pareció el discurso del lunes de Cristina Kirchner en el que ella se encarnó en él.

Dijo ser “una fusilada que vive”.

Livraga es el colectivero inmortalizado por Rodolfo Walsh en Operación masacre como “el fusilado que vive”. A él no le dispararon con metáforas. Fue uno de los doce civiles fusilados (en total por el levantamiento del general Valle serían veintisiete las víctimas) el 9 de junio de 1956 en los basurales de José León Suárez. Sobrevivieron siete, pero su caso, el primero que trascendió de boca en boca, fue el que inspiró y nutrió la investigación de Walsh, de allí su fama. Una investigación extraordinaria independientemente de lo que haya hecho después el autor.

Los policías que sumariamente sentenciaban a muerte en nombre de la Revolución Libertadora incluso lo habían rematado a Livraga con disparos de pistola en el rostro. La profusa emanación de sangre les hizo creer a los victimarios que estaba muerto. Un tiro le sacó un pedazo de nariz. Otro le atravesó la mandíbula de lado a lado. Un tercero lo hirió en un brazo. Después logró levantarse, llegó hasta un hospital y terminó en un calabozo, donde lo tuvieron sin atención médica y sin comer durante casi un mes. Pasó siete cirugías, perdió parte de la audición y el miedo remanente lo llevó a exiliarse.

Cristina Kirchner conoció al nonagenario Livraga hace dos años. Lo recibió en su despacho de vicepresidenta -sí, fue vicepresidenta de la Nación con Alberto Fernández, ella finge que eso nunca ocurrió pero pasó ayer nomás- cuando el sobreviviente de los ominosos fusilamientos hizo su última visita a Buenos Aires.

La apropiación de la historia junto con el método Copperfield para hacer desaparecer no aviones sino gobiernos, se sabe, es especialidad de la casa. Aunque sería injusto decir que para echarse gloria encima y acomodar la realidad a sus urgencias judiciales Cristina Kirchner sólo la historia profana.

Las cosas son así: la Corte Suprema, guardia pretoriana del poder económico, la proscribió, la sacó del juego político, puso un cepo al voto popular. El Partido Judicial (al que la denunciante prefiere no mencionar por las iniciales) lo que quiere es que ella no vuelva. La quisieron fusilar los poderes concentrados.

El argumento más repetido, por demás llamativo, entrelaza gruesas críticas al gobierno con su destino carcelario. Con un enfoque municipalista, como si se tratara de evaluar el rendimiento de una obra pública, sostiene que no por estar ella presa va a mejorar la situación de la gente. “Yo voy a estar presa pero la gente va a estar cada día peor”.

Es que las cosas no funcionan exactamente así. Los jueces no la están poniendo presa para que mejore el mes próximo la calidad de vida de los sectores más necesitados sino debido, en primer lugar, a que cometió delitos. Es cierto que si todos los corruptos fueran presos se reduciría la corrupción en forma considerable, habría más fondos públicos y, para seguir con el enfoque reduccionista de la expresidenta, la gente estaría mejor.

Pero en lo inmediato lo que puede mejorar con Cristina Kirchner presa es la igualdad ante la ley, asunto inmenso. Por lo demás, esto tal vez ella olvidó comentarlo, la Justicia ordenó el decomiso de 84.835 millones de pesos. Si se consigue que la plata que fue a sus bolsillos vuelva al Estado (no será fácil) ella podrá sentir que como presa ayudó a que la gente esté mejor.


MAS NOTICIAS
NOTICIAS RELACIONADAS