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Las confesiones de Soledad Villamil, Julieta Díaz y Pilar Gamboa, “Las hijas” que Suar eligió para su debut como director teatral

Hay clima a backstage de una entrañable grabación en Polka, de una ficción cualquiera. De una que nunca existió. Pero, por momentos, la escena podría indicar que estamos en la previa de la temporada teatral de un hit televisivo. Como sucedió con varios éxitos de la usina de Adrián Suar. Pero esta vez no hubo pantalla de trampolín para pegar el salto: el hombre que en unos días debutará como director de teatro eligió a Julieta Díaz, Soledad Villamil y Pilar Gamboa -tres de las actrices que más trabajaron en su productora- para que sean Las hijas.

¿Las suyas? No, las de una madre que no aparecerá en escena, pero que desde el 11 de septiembre -día oficial del estreno- sobrevolará la sala del Maipo con tantas caras como hijas tiene. Porque de eso, entre otras cosas, trata la obra que él ideó y que escribió Ariadna Asturzzi sobre uno de los vínculos más abordados desde la dramaturgia y el psicoanálisis.

Y aquí, a cuento de una enfermedad, se producirá el reencuentro profundo entre tres hermanas que pincelan con distintos colores -y distintos recuerdos y percepciones- el retrato de su mamá. Y los frescos que van apareciendo no se parecen en casi nada.

A pocos días del debut, ellas se sientan en un rincón del Maipo para hablar de la obra, de los mandatos, de los arquetipos, de los dolores, del desapego, del amor, de la vida. Sustantivos, ésos, a los que Suar le ha sacado punta en la mayoría de sus unitarios.

Julieta Díaz, Soledad Villamil y Pilar Gamboa hacen de hermanas en “Las hijas”, que se estrena en el Maipo. Foto Francisco Loureiro

-Hay un microclima a unitario vincular polkiano

Julieta: Hay un sello Suar ahí, es verdad. Igual ya no lo siento tan Polka, será porque ya lo siento en su parte de productor de teatro. Pero, sí, claramente esta historia podría haber sido un unitario de los que hemos hecho o visto.

-Podría remitir a situaciones de “Locas de amor”, de “Para vestir santos”, de esos relatos en los que hay almas rotas y verdades sin maquillaje.

Soledad: También un poquito a Culpables, a Vulnerables. Es que, sí, creo que lo que estás pescando del denominador común entre estas ficciones tiene que ver con esto de lo vincular, que es el eje fundamental de la obra, es desarrollar al máximo, y en todas las variantes, la relación entre tres hermanas frente a una situación puntual.

-¿El foco está puesto sólo en entender qué sienten esas hijas o en mostrar también ese momento en el que una pasa a ser madre de sus padres?

Julieta: Hay algo de ser madre de los padres, y sobre todo se da acá, ya que el disparador es el incipiente Alzheimer de la mamá. Pero en realidad es una excusa también para hablar, como dice la bajada de la obra, de qué madre tiene cada una. Y mi opinión es que habla de las madres, es un poco un homenaje a ellas.

Julieta y Soledad compartieron protagónico en “Locas de amor”. Pilar no había trabajado con ninguna de las dos.

Tres madres que hacen de hijas

Villamil y Díaz fueron dos de las tres Locas de amor -la otra era Leticia Bredice- y desde entonces no volvieron a trabajar juntas. Y ninguna de las dos había compartido proyecto con Pilar Gamboa. Pero ya se las intuye amigas, equipo. Entrevistar a tres personas juntas no suele ser fácil y jugoso, pero con ellas la charla fluye. No se pisan, no se miden, se están queriendo.

Julieta: Yo soy hija unica y tengo la sensación de que hay como una mirada con lupa ahí en las madres, por más que el título sea otro.

Pilar: Ayer pensaba que el público va a asistir al momento bisagra de esas hermanas, porque no es cualquier día del proceso de una enfermedad en la que ya vienen lidiando con eso. Es casi inaugural en la vida de ellas que una madre muy poderosa, en el sentido de empoderada, empieza a perder un poco ese poder. Y ahí se verá casi el primer sacudón de ellas. Y la gente podrá ser testigo de sus reacciones en carne viva: cómo actúa cada una ante la certeza de que les acaba de cambiar la vida.

-¿Ella percibe esa pérdida de poder?

Pilar: Se empieza a sospechar en el ambiente y eso trae el asunto de cómo pega esa ola en cada una en relación a la madre que tuvo.

-Que es la misma.

Pilar: Sí, pero siempre que una tuvo varios hijos las relaciones y la miradas cambian. Yo, que tengo dos, sé que no fui la misma madre con el primero que con la segunda. Sos una madre particular en ese momento que concebiste y gestaste ese bebé, sos lo que te estaba pasando… Y eso es lo que ellas intentan reponer contando su propia historia. Son hijas de misma madre, pero cada una tiene su propia narración.

Tras la hora y diez de obra, las tres coinciden en que terminan los ensayos “agotadas”. Foto Francisco Loureiro

Soledad: El arquetipo sería ‘Bueno, tuvieron la misma madre, todos la ven igual, somos hermanas y estamos de acuerdo, somos hermanas y entendemos todo lo que nos pasa, somos hermanas, ya sé lo que estás pensando, nos conocemos un montón’, y lo que desafía la obra es eso: ‘Pará, ¿nos conocemos tanto? ¿Somos iguales, sentimos lo mismo?’.

-¿Y las respuestas llegan al final?

Soledad: Las respuestas se desarrollan a lo largo de toda la obra.

Pilar: Y lo interesante también es que el planteo suma preguntas y no responde tanto al ser un tema tan difícil.

Julieta: No solamente la madre está en un momento diferente, sino que también está la individualidad de cada una y cómo se vincula. Escucho las anécdotas de mis amigas o compañeras que han tenido hermanas y siempre sale algo de que no se discute el amor, pero capaz los papás se llevan como el culo con uno y no con el otro. Hay algo de personalidades y de lo subterráneo del amor que está ahí. Y también está la necesidad, si sos un buen padre o una buena madre, de entender, de buscar la manera de entenderse con amorosidad. Acá se pone sobre la mesa todo eso.

Julieta Díaz es la mamá de Elena, de 10 años. Foto Francisco Loureiro

-Ustedes, como madres, ¿cómo viven el vínculo más abordado desde el psicoanálisis?

Julieta: A mí me pasa, a veces, que digo ‘Por favor, no la soporto y cómo puede ser con lo que la amo, por favor, sacámela de acá’. Y eso que tiene 10 años (Elena), imaginate cuando tenga 15… Y una vez la amenacé con que me iba a ir porque no la aguantaba más y me armó el bolso y me dijo ‘Te vas’, ¿podés creer?

Todo sobre mis hijos

-¿Se les movieron cosas personales, más que en otras obras?

Soledad: Sí, sin dudas. No sé si con respecto a mi vieja en particular, pero sí en relación a esto que estaba diciendo Juli. Me cuerdo que cuando fui mamá, y tenía la bebé recién nacida, veía las propagandas de pañales y decía ‘Pero ¿cómo puede ser que esa mina esté así re tranquila, pero qué clase de puerperio es ése?’. Y creo que hay un montón de arquetipos muy pesados sobre los títulos y vínculos, sobre todo el de madre e hija, que no nos permite ir a encontrarnos con lo real de esa relación, que es algo que trae la obra.

Soledad Villamil tiene dos hijas: Violeta de 25 y Clara de 20. Foto Francisco Loureiro

Y Villamil, madre de Violeta y de Clara, se explaya: “Una cosa es decir ‘Es mi mamá’ y otra cosa es decir ‘Es esa mujer, qué me pasa con ella, qué me pasó en su momento’. A veces por ponerle etiquetas a las relaciones nos perdemos un montón de información vincular, a veces nos cagamos a puteadas y al otro día está todo bien y pasamos por delante un montón de sufrimiento vincular porque no nos animamos a meternos a ver qué es ese vinculo específico con esa persona que resultó que era mi madre, o que es mi hija… Como que el mandato es ‘Ah, es tu mamá, la tenés que querer’ o ‘Es tu hija, te tenés que llevar bien’, ‘Che, tenés un bebé, ¿cómo no vas a estar feliz?’.

-¿Y qué se contesta?

Soledad: Sí, estoy feliz y también estoy hecha mierda. Y eso lo aborda la obra, por eso en cada ensayo se me mueven cosas. Y creo que se le van a mover cosas al público, también. El otro día dije algo así como que “siento que estamos trabajando con material radioactivo”.

Gamboa, la más joven de las tres, mamá de Manuel y Ana, dice que “sumándome a lo que dice Sole, reconozco que me interesó la idea de desromantizar los vínculos. Vivimos en un mundo en el que la propaganda es que todo sea exitoso y bueno y funcione, y se sabe que no es así la cosa. A mí, cuando alguien me habla de la madre de manera muy romántica, como que es la mejor del mundo, mmm, dudo un poquito. Bueno, tengo años de terapia, entre otras cosas. Pero cuando uno puede llevar a esa persona que te trajo al mundo como un terrestre imperfecto ahí aparece la grieta donde uno puede empezar a querer”,

Pilar Gamboa es mamá de Manuel, de 5 años, y de Ana, de 3. Foto: Francisco Loureiro

Y comparte en primera persona: “Al ser madre, asumiendo que no existe la perfección, sentí algo así como ‘No voy a poder ser todo eso que esos ojos me piden, ya te digo que no’. Y eso alivia, también. Y eso se aborda en la obra. ¿Cómo es el deber ser de querer a una madre? Bueno, cada una va a quererla sin cuestionar el amor, o incluso cuestionándolo, pero son como unos segundos de exorcismo de estos tres personajes que hacen una especie de catarsis catarata. Ayer pensaba: ‘Cómo quedarán estas tres minas, cómo quedarán después de esa hora y diez, qué hacen después de eso’. La obra me mueve mucho, porque el vínculo materno me mueve y porque perdí a mi mamá hace muy poco y porque todo lo relacionado con la maternidad me toca profundo. Es lindo investigarse en qué zonas de la actuación esto resuena”.

-Más alla de que no sabemos cómo quedan ellas tres, ¿cómo quedan ustedes tres?

(Las tres al mismo tiempo): Agotadas.

Y la risa descomprime la escena.

Pilar: Es que es un ring de actuación.

Julieta: Estamos las tres en el escenario todo el tiempo. Y siento que sucedió algo entre nosotras, que Adrián con su ojo entendió… Apareció como algo de hermandad.

Pilar: Circula el amor entre ellas y también entre nosotras.

Julieta: Y todavía falta saber qué sucederá cuando estemos en función. Uno no sabe el material que tiene, porque el que lo termina es el público.

Pilar: El otro día leía algo que decía (Alberto) Ure hace muchos años, como que la obra es una tela en blanco, uno sabe la partitura, sabe todo, pero los colores y todo lo demás se construye con la mirada de la gente.

Julieta Díaz, Pilar Gamboa y Soledad Villamil en la charla a solas con Clarín. Foto Francisco Loureiro.

Colegas, hermanas, amigas

Pilar recuerda que cuando Suar la llamó para este proyecto no dio el sí de entrada porque “pensé en los nenes, en estar fuera de casa a la noche y fue un bueno, no sé… Y me dijo ‘Mirá que es con Sole y con Juli’. Y fue sí. Y es mi primera vez en teatro comercial, porque hice mucho circuito oficial.

Soledad: Para mí el hecho de que fueran ellas fue absolutamente decisivo.

Julieta: Yo estaba reacia, porque a mi hija no le gusta que haga teatro. La tengo una semana por medio y cuando me toca irme a las cinco y volver a la noche no le gusta mucho. Pero me encantó haber agarrado viaje,

Soledad: Cuando nos llegó la obra e hicimos un par de lecturas decidimos juntarnos un mes antes del requerimiento laboral y nos encontramos en casa, por necesidad de las tres,y eso habló de entrada de cómo nos estábamos entendiendo.

Pilar: En un oficio con tanto ego, acá se generó algo relajado, podemos hablar abiertamente, fluye la cosa muy naturalmente. Hay muy buena energía.

Se siente lo que dicen. La hoja de ruta les depara una seguidilla de notas y, en un parate, ellas se van a un rincón, se piden sushi, se acomodan las tres en una mesa para dos y se dibuja en el aire una postal de recreo entre amigas.

Adrián Suar, el padre de la criatura

A pedido de Clarín, el actor, productor, cineasta y ahora director teatral habla de Las hijas. Y asume cierto guiño a sus unitarios más emblemáticos.

Pilar Gamboa, Soledad Villamil, Julieta Díaz y Adrián Suar, póker de actores (en este caso, él en el rol de director).

“Tiene algo del unitario de Polka, sobre todo porque dialoga mucho con la realidad de hoy, especialmente para los que tenemos arriba de 40 o 50, en edades en las que nuestros padres empiezan a flaquear un poco. Y dialoga con los problemas que tiene el mundo en general con respecto a qué hacen los hijos con los padres, en este caso con una madre que tiene un principio de Alzheimer, siendo joven. A partir de ahí, lo que cuenta la obra es qué madre tiene cada una en su cabeza”.

Pensé en este trío cuando lo empezamos a escribir. Es una historia que yo tenía en la cabeza y elegí a Ariadna Asturzzi, una actriz que ya había escrito en el circuito off. Me dio cosas para leer, le vi mucho potencial y, bueno, nos juntamos e hicimos la estructura juntos, entendió lo que yo quería y se lanzó a escribirla. Hizo un trabajo buenísimo, le puso mucha sensibilidad”.

“Confieso que se me movieron ciertas cosas de mis vínculos familiares. Por los pocos ensayos que hice con algunas personas en la sala se nota de entrada el grado de emocionalidad que genera. Uno se divierte por momentos, pero provoca una profunda emoción. No es un drama, pero llorás y te vas bien a tu casa”.

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