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Entre discursos mesiánicos, gestos indefendibles y silencios que hacen ruido

La semana se inició con la toma de posesión de Donald Trump, en una ceremonia que la ola polar mudó puertas adentro del Capitolio en Washington. El mundo entero posó su mirada en el inicio formal de un segundo mandato del excéntrico magnate, que regresó a la Casa Blanca tras cuatro años de una gris gestión del demócrata Joe Biden (ante quien perdió en 2020), y cuya vuelta al poder se da enmarcada por una hegemonía del Partido Republicano en ambas cámaras del Congreso y por la influencia del mandatario en la composición mayoritariamente conservadora de las más altas instancias judiciales del país.

En el mensaje inaugural de su segundo mandato, Trump enrostró a sus detractores el apoyo conseguido en las urnas el primer martes de noviembre pasado y reiteró algunos de los eslóganes que en la campaña repetía como letanía, esta vez, con un lenguaje que iba entre lo enérgico y lo amenazante. Con el solemne tono de aquellos que pretenden dar un carácter fundacional a su paso por el más alto cargo del Ejecutivo en cualquier país, afirmó que “la edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo”.

“Fui salvado por Dios para hacer a Estados Unidos grande otra vez”, sostuvo en otro párrafo, en alusión al fallido intento de magnicidio ocurrido en Pensilvania en un acto de campaña.

Entre esas dos sentencias del discurso hubo espacio para prometer el ejército más fuerte del mundo, augurar un poder que detendrá todas las guerras, apuntar a Marte y otros nuevos destinos espaciales, ratificar su nefasta visión sobre la migración como sinónimo de crímenes y delincuencia y sus intenciones de asumir o retomar, si los intereses de su país así lo requirieran, el control de territorios estratégicos o vías claves, como por ejemplo el Canal de Panamá. También para abandonar (otra vez) el Acuerdo Climático o la Organización Mundial de la Salud.

Decretos y regresiones

En el día de su segunda asunción como presidente, Trump reiteró su promesa proteccionista de fijar aranceles a empresas que no produzcan o inviertan generando empleo en territorio de su país y, en una involución en materia de derechos civiles, dijo que a partir de ahora Estados Unidos reconoce oficialmente dos géneros: hombre y mujer.

Algunas de esas frases discursivas se convirtieron de inmediato en acciones u órdenes ejecutivas (decretos) de resistida aplicación interna. Otras cosecharon inmediato repudio fronteras afuera, como el expuesto por el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, quien replicó que el Canal es y seguirá siendo de su nación.

Como parte de su promesa de llevar a cabo las mayores deportaciones de la historia, el gobierno recargado de Trump mostró esta semana la expulsión de más de medio millar de extranjeros sin papeles y, algunos, acusados por diferentes delitos. Antes firmó el indulto para unos 1.500 involucrados en la violenta toma del Capitolio del 6 de enero de 2021, con la que sus partidarios trataron de impedir que Biden fuera ungido oficialmente como jefe de Estado.

En cambio, su polémica orden de privar de la nacionalidad a hijos de inmigrantes indocumentados que hayan nacido en suelo estadounidense chocó este viernes con el rechazo de un juez de Seattle, quien suspendió por 14 días la aplicación de la normativa por considerarla violatoria de la 14ª enmienda de la Constitución del país. John Coughenour, juez federal nombrado en 1981 por Ronald Reagan (una suerte de prócer para miembros de este nuevo gobierno republicano), se mostró preocupado por iniciativas que desconocen garantías básicas, como la ciudadanía por derecho de nacimiento, lo que parecería impulsar una nueva “normalidad”.

Sin apego a reglas básicas internas, queda poco por esperar en materia de derecho internacional, una rama que quien se ufana de ser el país más poderoso de la Tierra sólo ha respetado y utilizado de manera coercitiva según sus propios intereses y conveniencia.

Alineados

Volviendo al repaso de la escena de la segunda asunción de Trump, hubo una imagen cuya repercusión fue especialmente preparada por los organizadores de la ceremonia. Fue la presencia, en una misma fila de invitados especiales, de algunos de los empresarios más poderosos y ricos del planeta. Todos ellos, además, de influencia clave en el mundo de la tecnología y las comunicaciones. Codo a codo en primera línea asistieron a la gala Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai, Shou Zi Chew y Elon Musk, convertido desde el pasado lunes en asesor del Departamento de Eficiencia Gubernamental.

Más allá de la presencia de exmandatarios o gobernantes de otros países convidados a la cita, como el presidente argentino Javier Milei, la presencia de los dueños de Meta, Amazon, Google, Tik Tok y X (ex Twitter), entre otros, parecía confirmar la aceptación y sometimiento de estos popes multimillonarios a las nuevas reglas de un Trump en cuyos antecedentes figura el haber hecho de las fake news y la posverdad un culto.

La foto estratégica de los abanderados de la “tecnooligarquía” se empañó sin embargo cuando uno de sus actores principales, Musk, dio rienda suelta a su euforia de flamante funcionario en un acto subordinado al de cambio de mando. El también hombre fuerte de Tesla y de Space X, cuya fortuna de 450.000 millones de dólares lo posiciona como el hombre más rico del planeta, realizó un saludo a seguidores levantando su mano derecha extendida, en un gesto que recordó de inmediato al que empleó el régimen nazi y, antes, el fascismo italiano. La singular manera de dirigirse a sus seguidores se repitió luego hacia el otro extremo del auditorio.

¿Parecer o ser?

El video y las fotos del saludo de Musk tuvieron impacto extra en Alemania, donde cualquier pronunciamiento o gesto que se considere una apología del Holocausto es considerado delito. Hasta el actual canciller germano, Olaf Scholz, quien buscará su reelección en las elecciones adelantadas para el 23 de febrero, lamentó el incidente. Para esos comicios, además, Musk ha mostrado evidentes injerencias al mantener contactos con la candidata de Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, y al sostener que esa fuerza de ultraderecha era la única que podía “salvar” al país europeo de su crisis actual.

El papel del megamillonario nacido en Sudáfrica en los asuntos internos germanos por su influencia a través de las redes sociales no sólo preocupa a los socialdemócratas que lidera Scholz, sino también a los cristianodemócratas que aspiran a regresar al poder que dejaron al retirarse Angela Merkel. Para sumar inquietud, Musk apareció ayer en una comunicación en directo de apoyo a Weidel, en un acto público en Halle, al este del país, con el que la ultraderecha dio comienzo formal a su campaña proselitista.

Si preocupante y polémico había sido el gesto de reminiscencia nazi de Musk, mucho peor fue la defensa que en la red social del asesor de Trump hizo el presidente argentino. En un posteo en “X” que tituló “Nazi las pelotas”, Javier Milei acusó a la “progresía internacional” de valerse de un “gesto inocente” de Musk para criticarlo.

“Zurdos hijos de puta, tiemblen. Los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta”, amenazó el mandatario argentino, quien definió a Musk como “uno de los hombres más importantes de la historia” y calificó la compra de la entonces red social Twitter, hoy convertida para muchos en una cloaca reproductora de discursos de odio y noticias falsas, en uno de sus “grandes aportes a la humanidad”.

Párrafo aparte para el jefe de Gabinete argentino, Guillermo Francos, quien en un intento por atenuar el derrape tuitero de su presidente, hizo una rebuscada exégesis alegando que la frase “los vamos a ir a buscar” no era con tinte de persecución al que piensa diferente sino una mera invitación a “debatir”.

No satisfecho con su defensa en redes de Musk y su enésima arremetida contra quienes no comulgan con sus ideas, Milei usó la tribuna del Foro Económico de Davos para un mensaje que tuvo como foco de sus ataques a diversos colectivos, grupos y minorías. Con más vehemencia que un año atrás, cuando recién llegaba a la Casa Rosada, y quizá alertado de que el concepto de “zurdos” no es de unívoca acepción entre líderes de otras naciones, arremetió contra lo que englobó como “la agenda woke”.

Demonizaciones y antídotos

En un mensaje agresivo, cuyo contenido parecía más destinado a conformar una nueva base electoral ultraconservadora que al público que lo seguía en el recinto, el mandatario argentino pasó de hablar de “siniestro ecologismo radical con su bandera del cambio climático”, a pronunciarse contra la calificación del femicidio como agravante del homicidio.

A la hora de caracterizar lo que considera “ideología Woke”, Milei incluyó en ella “feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, ecologismo, ideología de género, entre otros”, a los que fustigó ser “cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado”.

También apuntó contra lo que llamó “siniestra y aberrante idea de la justicia social”, para resumir que “el wokismo es un cáncer”, parafraseando a quien en Davos aludió como “maravilloso Musk”.

Aunque tampoco era esperable, Milei aludió a otros líderes de la nueva derecha mundial entre los cuales se autoincluyó. En esa lista aparece el “restaurador” Trump y su ya archimencionado asesor; “la feroz dama italiana”, Georgia Meloni; el salvadoreño Nayib Bukele; el húngaro Viktor Orban, y el premier israelí, Benjamin Netanyahu, con orden de captura librada por la Corte Penal Internacional.

A esta altura, las definiciones y apologías del gobernante libertario ya habían recibido repudios de muchos dirigentes políticos, referentes sociales y culturales y ciudadanos comunes, pero apenas un puñado de denuncias judiciales concretas.

Mientras, hablando también en Davos en un inglés que no admitió dobles interpretaciones, el presidente español, Pedro Sánchez, alertó sobre la amenaza que el mal uso de las nuevas tecnologías puede suponer para la democracia. El mandatario, entre otras cosas, abogó por acabar con el anonimato en las redes, como un modo de contrarrestar los discursos de odio y la manipulación.

“Hagamos que las redes sociales y las plataformas digitales vuelvan a ser grandes otra vez”, ironizó Sánchez usando el latiguillo de campaña de Trump y sus seguidores. “Los tecno multimillonarios ya no están satisfechos con tener el poder económico, sino que también quieren el político y ni siquiera lo ocultan”, concluyó el mandatario ibérico.

¿Cuántas voces más se harán oír al respecto?

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