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Medican con éxito a una embarazada para evitar una enfermedad mortal en su bebé y se abre una esperanza

Hay noticias que son lo más parecido a puertas que se abren. Esta es una de ellas: la revista científica New England Journal of Medicine (NEJM) publicó hace pocos días una carta al editor en la que investigadores estadounidenses reportan el primer caso de éxito de un tratamiento contra la atrofia muscular espinal aplicado a un feto, es decir, a través de la madre, durante la etapa de gestación.

La noticia entusiasma pero, ante todo, debe tomarse con pinzas. Por un lado, no hay todavía un paper publicado, arbitrado por pares científicos. Quiere decir que no está disponible la información revisada por colegas del sector que sustenta este tratamiento, que además está en fase experimental.

En segundo lugar (un tema nada menor), el paciente manifiesta otras patologías que no estarían asociadas a la atrofia muscular espinal ni tampoco a la droga utilizada, dicen los investigadores, pero tampoco pueden minimizarse. En tercer lugar, hablamos de un solo caso.

Pero así como conviene no esperanzarse de más, vale la pena destacar la historia. Por un lado, porque la nena en cuestión ya tiene dos años y medio y no tiene atrofia muscular espinal. Tenía todas las chances de desarrollarla, pero por ahora no lo hizo. Y “los bebés con la forma grave de esta enfermedad grave no suelen vivir más allá de su tercer cumpleaños”, apunta la prestigiosa revista Nature, en una crónica sobre este caso.

La segunda razón tiene que ver con una serie de antecedentes primordiales. Hay, detrás de esta historia, una embarazada; nada menos que la madre de un primer bebé que murió por atrofia muscular espinal.

La atrofia muscular espinal se manifiesta en los primeros años de vida. Foto: Shutterstock.

Esa mujer tomó una decisión radical, que para algunos será particularmente polémica: sumarse a la etapa clínica de esta investigación (luego de una etapa preclínica exitosa, en la que el fármaco se había probado en animales gestantes), y recibir ella misma medicación contra la AME.

No fue ni el llamado “nusinersen genérico” que recientemente se empezó a producir en Argentina, ni su versión original (Spinraza, bien conocido por distintas investigaciones realizadas en el Conicet). Usaron una droga distinta: risdiplam.

Científicos contra la atrofia muscular espinal

El tratamiento lo hicieron expertos del St. Jude Children’s Research Hospital de Memphis, en el estado de Tennessee. Se encontraban frente una pareja en duelo por la muerte de su primer hijo, con la esperanza de salvar al segundo. Nada que no conozcan los familiares de personas con enfermedades hereditarias poco frecuentes.

La atrofia muscular espinal es considerada una de esas patologías “raras”. Sus manifestaciones están asociadas a uno entre 6.000 a 10.000 nacimientos, y es considerada una de las principales causas de muerte por una enfermedad genética en bebés y chicos.

Todo comienza con una alteración cromosómica, asociada a una falla genética neuronal que se vincula a la actividad motora. A los que padecen la enfermedad en su forma más grave (como es el caso del primer hijo fallecido de la familia en cuestión) les faltan las dos copias de un gen llamado SMN1. En reemplazo, como una suerte de compensador no del todo efectivo, estas personas suelen tener una o dos copias de otro gen “pariente”, llamado SMN2.

Pero en los casos más graves, estos bebés mueren, ya que no producen de manera satisfactoria la proteína que debería “sostener” las neuronas motoras de la médula espinal y el tronco encefálico.

La atrofia muscular espinal es una enfermedad génica. Ilustración: Shutterstock.

Atrofia muscular espinal: un pedido de ayuda

Nature aporta detalles del caso que no están plasmados en la carta al editor del NEJM. Por ejemplo, que los propios padres pidieron ser sometidos al tratamiento. Se acordó que la madre arrancaría con las tomas en la semana 32. Es decir, en el último trimestre de gestación. Una semana después del nacimiento, la beba comenzó a recibir la medicación. La publicación reporta que todavía está medicada.

Ahora bien, ¿cómo supieron los padres que su segundo hijo tendría la enfermedad? El feto había sido “sometido a una prueba de AME mediante amniocentesis”, dice la comunicación científica, y suma que “las pruebas no mostraron copias de SMN1 (lo que confirma el diagnóstico de AME)” y que, en cambio, aparecieron “dos copias de SMN2 (que es predictivo de AME tipo 1)”.

La decisión de arrancar se tomó en base a que “datos anteriores habían demostrado el paso transplacentario de material relacionado con risdiplam y respaldado la viabilidad del tratamiento prenatal”.

“La Administración de Alimentos y Medicamentos y la junta de revisión institucional local aprobaron el plan de investigación de un solo paciente. Los padres dieron su consentimiento informado por escrito en consulta con un defensor no afiliado”, explica el texto del NEJM, y aclaran que el laboratorio involucrado (Roche) brindó asesoramiento científico y de la seguridad de la exposición prenatal, además de que suministró la droga sin costo.

Posibles efectos adversos en la mira

El rigor ético de estas comunicaciones científicas impide ocultar información, en especial si de posibles efectos colaterales se trata, más allá de que para los expertos involucrados sean anomalías posiblemente generadas en el feto antes de la semana 32; es decir, previo a la ingesta de la droga de parte de la madre.

Según publica la carta al editor, “el bebé parecía normal al nacer, pero después del nacimiento se le identificó un soplo cardíaco debido a un defecto del tabique ventricular, que se resolvió”.

Además destacan que “tiene una agudeza visual levemente reducida con nistagmo de fijación transitorio, atribuido a una hipoplasia del nervio óptico en ambos ojos y una hemiparesia derecha leve asociada a una hipoplasia del mesencéfalo izquierdo”.

Y suman (sin dar más detalles) haber observado un “retraso global del desarrollo, sin regresión”. Pero, optimistas, remarcan: “Hasta la fecha no se han observado características de AME, como hipotonía, debilidad, arreflexia o fasciculación. Se han realizado estudios de función motora, ecografía muscular y electrofisiológicos cada 6 meses que han demostrado un desarrollo normal de los nervios periféricos y los músculos para la edad”.

Para los investigadores -cierra la comunicación-, “esas anomalías congénitas se produjeron en las primeras etapas del desarrollo fetal, antes de la exposición al risdiplam, y no se ha identificado ninguna causa”.

PS

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