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Murió Ricardo Piñeiro: cómo fue la vida del representante de modelos que comenzó vendiendo jeans, cayó en excesos y se refugió en Dios

Este miércoles 29 de noviembre, murió a los 68 años el representante de modelos Ricardo Piñeiro tras sufrir un ACV del que no pudo reponerse.

La terrible noticia la confirmó su amiga, la ex modelo Fernanda Villaverde. «Richard no puedo más del dolor. Qué descanses en paz. Te amo y amaré siempre», escribió la ex top model en una foto junto a él que subió a sus historias de Instagram confirmando su partida.

Todo comenzó cuando en las primeras horas del domingo alguien cercano al empresario intentó comunicarse con él y al no recibir respuesta, llamó al 911. Fue así como se debió forzar la puerta de su domicilio, ubicado en el barrio porteño de Recoleta, para poder asistirlo. En el lugar actuaron la Comisaría Vecinal 2 y el personal del SAME, encargado de realizar el traslado al nosocomio.

Aunque pocos lo sabían, Ricardo Piñeiro entró al mundo de la moda cuando era muy joven y no como representante. Empezó vendiendo jeans en un local del sur de la provincia de Buenos Aires y al poco tiempo, como era guapísimo, se convirtió en modelo en un momento donde los modelos hombres no ocupaban el lugar en la industria que tienen hoy. Así fue que recorrió el mundo de la mano de una marca italiana desfilando en Rusia y haciendo producciones de fotos en África.

Pero Ricardo Piñeiro quería algo más que pararse frente a una cámara de fotos. Acuariano inquieto, comenzó con una pequeña agencia de modelos en el microcentro porteño. Y mientras nacía el manager, el modelo fue pasando a un segundo plano. Eran fines de los años ’80, antes de la gran explosión de la moda que lo convirtió en el representante de algunas de las mujeres más espectaculares de Argentina.

Mariana Arias, Andrea Frigerio, Mónica Labari, Ginette Reynal y Delfina Frers fueron algunas de sus modelos más representativas. Luego vendrían Paula Chaves, Lorena Ceriscioli, María Vazquez y Dolores Trull, entre muchísimas más.

Ricardo Piñeiro en Punta del Este en un desfile de moda de Roberto Giordano, junto a Pancho Dotto. Archivo ClarínRicardo Piñeiro en Punta del Este en un desfile de moda de Roberto Giordano, junto a Pancho Dotto. Archivo ClarínRicardo o “Richard“, como muchos lo llamaban, negociaba tapas de revistas, los mejores lugares en desfiles y contratos con las marcas más importantes. Enfrente estuvo Pancho Dotto, con quien la prensa lo enfrentó al mejor estilo River-Boca, radicales-peronistas.

Trabajador, esteta obsesivo y fanático del sol (su bronceado era parte de su ADN, cuidaba su cuerpo escultural a diario. Su rutina de gimnasio de lunes a viernes no se negociaba jamás. Los fines de semana, en cambio, todo era relax en su campo en el kilómetro 83.5 de la ruta 8 donde vivía en una casona que parecía un castillo inglés.

Allí estaban sus perros amados (llegó a tener más de 20) y su zoológico privado en donde había pavos reales, cisnes y caballos salvajes que lo reconocían apenas él se acercaba.

La foto que Ricardo Piñeiro compartió en sus redes el 9 de noviembre.La foto que Ricardo Piñeiro compartió en sus redes el 9 de noviembre.Allí también recibía a sus mejores amigos, algunas modelos de su agencia, productoras de moda y otra gente del medio.

La decoración fue otra de sus pasiones y su casa dejaba en evidencia su buen gusto intachable. Nada estaba fuera de lugar, ni siquiera cuando sus modelos llegaban con sus hijos chiquitos a compartir un día de campo. Ahí disfrutaba la vida entre gente querida, fumando habanos y comiendo su torta favorita de brownie con dulce de leche y merengue rosa.

El cambio de su vida

Los años 2000 comenzaron bien, pero en el 2011 tuvo un revés con su agencia de la calle Uriburu y Melo, que terminó en una quiebra. Intentó rearmarla en otros lugares, pero nada fue igual. Entonces se volcó al mundo de la fotografía y editó un libro de perros, sus fieles compañeros hasta el final, con imágenes sacadas alrededor del mundo.

Ricardo Piñeiro se vio obligado a vender su campo, pero mantuvo las costumbres de su vida: el gimnasio y pasear a sus Ricardo Piñeiro se vio obligado a vender su campo, pero mantuvo las costumbres de su vida: el gimnasio y pasear a sus «chicas», sus perras, no se negociaba.Luego vendió su campo y la vida se le volvió difícil: cayó en excesos que él luego hizo púbicos, como el alcoholismo y su tratamiento en Alcohólicos Anónimos. Se refugió en la iglesia y su amiga incondicional Roxana Serrano, hija de la legendaria diseñadora italiana Elsa Serrano.

A fines del 2022 dijo: «Ya no me interesa el mundo de la moda. Soy más feliz como voluntario en la iglesia Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón o inventando recetas proteicas».

Luego, en marzo de 2023, durante una entrevista con Socios del Espectáculo (El Trece), contó sobre su nueva vida cerca de Dios: «Hace tres años que soy voluntario del comedor, básicamente estoy en la puerta controlando, viendo los números».

«La intención es que la gente en situación de calle se inserte de nuevo en la sociedad y que pueda tener un trabajo digno. Se sientan con las voluntarias, que son maravillosas, les servimos un plato de comida a cada uno, tienen un postre para comer, les servimos agua. Se reza antes de comer», detalló respecto al trabajo que hacía como voluntario.

Hace pocos meses volvió al mundo de la fotografía y empezó a retratar puertas de edificios y casas de Buenos Aires. Armó una exposición en un espacio de decoración sobre la avenida Quintana y estaba feliz de que una cadena de hoteles muy importante había comprado su obra para decorar las habitaciones.

Sus días transcurrían entre sus horas de gimnasio y sus caminatas junto a sus perritas salchichas. “La vida me dio otra oportunidad“, le dijo a una de sus amigas periodistas hace algunos días. Lastima que el destino, a veces, hace trampa.

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